LOS TIEMPOS DE LA JUSTICIA Y UN MENSAJE QUE HARTA-Por Luis Tarullo.

Acompaña a Luis Tarullo, Municipio Pilar

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La espera se ha hecho más larga de lo previsto, pero los escarceos, especulaciones y hasta negociaciones políticas suelen estirar los tiempos de una manera a la que lamentablemente se acostumbró (y resignó) la sociedad, sobre todo cuando no hay límites para determinadas decisiones.

Es lo que ha estado ocurriendo, al menos hasta las últimas horas, con la Corte Suprema de Justicia y su obligación de resolver el per saltum de los jueces cuyos traslados fueron revocados por el oficialismo, y la demanda del Gobierno porteño por el recorte de sus fondos dispuesto por el Gobierno nacional.

Las urgencias y gravedades institucionales que se esgrimen cuando se plantean este tipo de recursos pierden fuerza y entonces, inmediatamente, surgen interrogantes acerca de la importancia y hasta de la veracidad de esas urgencias y gravedades.

Que existe un problema serio no hay ninguna duda, porque al estar de lo argumentado y de las realidades existentes, por un lado hay una Cámara Federal porteña que está funcionando con solo dos jueces, cuando debe hacerlo con seis, y por el otro hay una administración que supuestamente tendría menos fondos para hacer frente a sus obligaciones.

De todas maneras, y antecedentes hay varios, la cuestión de los presupuestos y la coparticipación pueden arreglarse por la vía política, como ocurrió en muchas oportunidades.

Pero el caso de los jueces es en extremo necesario resolverlo porque afecta severamente a la dación de justicia, cualquiera sea la instancia en la que se planteen obstáculos, y más de la envergadura del actual.

En estas circunstancias la memoria y el archivo suelen ser verdugos inevitables, ya que muestran que a veces “se borra con el codo” lo que se escribe con la mano o, siguiendo con el refranero popular, se impone el “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”.

Mauricio Macri dispuso el traslado de jueces en base a aquella urgencia mencionada más arriba y, por lo tanto, “puenteando” al Senado de la Nación, por donde deben pasar pliegos y aprobación de magistrados.

Ahora el oficialismo resuelve, a través de esa propia Cámara alta, que aquellos nombramientos transitorios no tienen validez justamente por el incumplimiento de esa cláusula constitucional.

Los jueces afectados entonces van a la Corte, la misma Corte que avaló objeciones a la Constitución de 1994 que establece que los magistrados deben retirarse a los 75 años, aunque con la posibilidad de continuar en el cargo si el Senado los autoriza tras comprobar que están en satisfactorias condiciones físicas y mentales.

Tal fue el caso de Carlos Fayt, que prácticamente murió en el cargo (a los 88 años), después de conseguir que sus propios colegas del máximo tribunal aprobaran su continuidad sin pasar por las bancas de los senadores.

Al “logro” de Fayt se sumaron Enrique Petracchi (79), también fallecido, y Elena Highton de Nolasco (77), actual vice de la Corte, para permanecer en sus sillones.

Un interesante berenjenal si se tiene en cuenta que entre quienes reformaron la Constitución hace 26 años en Santa Fe estuvieron como constituyentes dos miembros actuales del Alto Tribunal: Horacio Rosatti (64 años) y Juan Carlos Maqueda (70).

Falta aún mucho tiempo, pero ¿usarán el mismo criterio de eludir al Senado cuando lleguen a la edad del retiro con el fin de seguir sine die?

Y hablando de “sin plazo o fecha”, convendría retomar a fondo algunas propuestas, más allá de los ambiciosos y abultados planes de reforma judicial, como el establecimiento de límites a la hora de los fallos de determinadas instancias, pero especialmente los de la Corte.

Otro claro ejemplo del “sine die” que al final se traduce en injusticia es el caso del juicio a Carlos Menem por la explosión de la fábrica militar de Río Tercero, ocurrida en…1995, que empezará recién el año que viene. Ni más ni menos que hace un cuarto de siglo. Y encima cuando en un primer juicio ya hubo exmilitares condenados y se estableció que tenía íntima relación con el tráfico de armas a Ecuador y Croacia, tema por el cual, de paso, también hubo una extensísima demora en la definición.

Es cierto que ya harta decir lo mismo a cada instante, pero como suele pasar muy a menudo la culpa no es del mensajero, sino de quienes dan la letra y los argumentos necesarios para ese mensaje no sea uno de los más halagüeños para el devenir de una Nación.

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Autor entrada: Consumer

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