Retos, desafíos y reclamos en Dispo: una caldera magmática.-Por Patricia Vásquez.

El camino reglado y gradual rumbo a la normalidad es un sendero de rosas, si tomamos a éstas como símbolo de la belleza de recuperar nuestras libertades recortadas, cuyas espinas convertidas hoy en los estrictos protocolos que la liberación requiere, están generando fastidios y enojos en la sociedad consorcial que como una tormenta eléctrica de verano, los vecinos descargan sobre los buenos administradores.

Las reglas de distanciamiento social ahora, tan distantes del aislamiento cumplido desde marzo pasado,  apuntan a la responsabilidad individual para desenvolvernos en sociedad.  Cuanto más en los consorcios entendidos éstos como una enorme casa en la que comparten cientos de almas cobijadas bajo un gran techo común donde el cuidado sanitario de uno hace al cuidado del conjunto.

Es todo un reto a nuestras costumbres, a esa manía de andar de desobedientes y leguleyos por la vida, las veces trasladando responsabilidades para no asumir errores propios. Pecados veniales que dicen se perdonan con un sentido Padrenuestro y un Avemaría.

Está claro que se trata de un  desafío conveniente de afrontar, de cara a una situación sanitaria contenida, para evitar el retroceso que nos impondría nuevamente rejas y canceles a nuestra libertad.

Está claro también que es preciso el sostenimiento de esta posición en tanto la vacuna probada, aprobada, milagrosa llegue y nos tire el salvavidas que esperamos. Como aquella del Brujito de Gulubú de nuestra entrañable María Elena Walsh. Entonces, las disposiciones hay que cumplirlas aunque nos cueste, no debería haber más vueltas.

Las reglas dispuestas por el Gobierno porteño para manejarnos en adelante son de cumplimiento obligatorio, remiten a las exigencias instituidas en el último Decreto presidencial – el 875/2020- del viernes pasado.

Estos lineamientos plasmados en los ya conocidos protocolos, que se corresponden con la sexta etapa del Plan Integral y Gradual de Puesta en Marcha de la Ciudad que entre otros, permite nuevamente el uso de los espacios comunes: parrillas, parques, piletas de natación, gimnasios.

Con días y horarios, un sistema de turnos manual o digital para el acceso, con una cantidad máxima de personas.  Y la prohibición absoluta del ingreso de personas ajenas a Consorcio para el “uso de los espacios comunes, amenities e instalaciones”. Disposición 4925/2020 y Protocolo Complementario de uso de espacios comunes de la Ciudad.  Innegociable.

En todos los casos es de riguroso cumplimiento el uso de elementos de protección que cubran nariz, boca y mentón; la limpieza y desinfección estricta, cumplir con la higiene respiratoria: toser o estornudar, usando el pliegue del codo en caso de no contar con pañuelo de papel. Y respetar la distancia social. Innegociable, también.

“Las medidas conocidas para desacelerar la propagación del virus son principalmente el respeto a las medidas de distanciamiento físico, la utilización de tapabocas/barbijo cuando se está cerca de otras personas y la ventilación de ambientes”, argumenta el DNU presidencial.

Son todos requisitos conocidos, pero discutidos para su cumplimiento haciendo blanco sobre los administradores eficientes. En la aplicación de las disposiciones, el administrador es el último eslabón de una cadena de responsabilidad piramidal establecida y necesaria. Es importante considerarlo. Muchos propietarios han tornado en sostenidos verdugos por una interpretación sesgada de las exigencias vigentes.

Las reuniones sociales están autorizadas con dos requisitos inquebrantables: que se realicen en espacios abiertos o de acceso al aire libre hasta un máximo de 10 personas. Pero está prohibido realizar eventos sociales o familiares en lugares cerrados o en los domicilios de las personas “en todos los casos y cualquiera sea el número de concurrentes. Salvo el grupo conviviente”, es decir los que viven en la casa. Punto.

“Los encuentros con personas no convivientes en lugares cerrados pueden facilitar la propagación de enfermedad a partir de un caso, a múltiples domicilios, generando de este modo diversas cadenas de transmisión, lo que aumenta exponencialmente en número de contactos estrechos, posibles transmisores del virus”, sustenta el 875/20.


Otra discusión con rasgos de desacato, es por las mudanzas que desde julio pasado están autorizadas. Deben realizarse los fines de semana – sábado y domingo de 8 a 18 – con normas de bioseguridad dispuestas por la Ciudad y elementos de protección. Su concreción comprende el ingreso de personal externo al edificio, la coordinación para el uso de montacargas o ascensores destinados al traslado y su posterior desinfección. Simple y claro.

Las expensas y los honorarios, discusiones sempiternas si las hay, han cobrado forma hiperbólica en muchos consorcios fundados en el temor de mutar en tromba los vientos inflacionarios. También por la poca consideración de algunos propietarios por el doble cargo laboral asumido por el administrador responsable que en la mayoría de los casos lleva casi un año sin incrementar su remuneración. Y que debe aumentar los estipendios del Consorcio para que el barco no se hunda. Una caldera magmática en tiempos de pandemia.

Crédito Imagen Portada Wikiwand

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