Semejanzas naturales- Por Carlos Yayo Hourmilougue-

No hay dos cosas iguales en el  universo, ni humanos, ni otros animales, ni acero, ni frutas ni flores, ni siquiera células. Para el Universo, la Igualdad es una imposibilidad. No forma parte suya.

El trabajo del mejor tornero, no podría obtener dos piezas iguales. Sino semejantes, milimétricamente parecidas, similares. Un micrón, desmentiría la igualdad. Porque no existe, habitamos las semejanzas.

Hay entonces un orden cuyos engranajes son específicos, casi sofisticados, determinantes. Invisibles a los ojos.

Trasladado a lo social podemos concluir que;  Si alguien trabaja, debe obtener su recompensa, y que debe ser superior a quien no lo haga, debido a que estaríamos de ser así, ante lo opuesto de la semejanza, ante una invención matemática, ni siquiera humana, sino inhumana.

Va de suyo que hay dos verdades a partir de esto, quienes trabajan deben recibir lo que co-responde, y a quienes no trabajan les queda solo un camino; aprender a hacerlo.

Eso y no otra discusión, nos colocaría ante una naturaleza de semejantes. De individuos y sujetos naturales como el planeta, debido a conductas naturales. Debido a esfuerzos justos y similares.

La propia sociedad, la lógica y el concepto de justicia (si existe, si existiera), deberían precisar una solución univoca, parecida, convertida en respuesta política, aunque, sin olvidar la solidaridad. El principio solidario, me impone “Adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles”. No impone dar compulsivamente de mi esfuerzo. De ser así no se sería solidario, con quienes trabajan. No habría allí, “principio solidario alguno”. Menos aun si quienes lo imponen no lo sufren por habitar el Poder, ese lugar donde paradójicamente, quienes trabajamos también, les hemos concedido.

Sin embargo este principio solidario nos exige un alto, una advertencia humana, debemos ser responsables con aquellos cuya vulnerabilidad los inhabilita de la fortaleza necesaria para sobrevivir por sí mismos. En este punto no hay dudas, no debe haberlas. Debemos acudir. Pero la vulnerabilidad humana de esas personas que nos requieren desde niños a gerontes, no involucra a miles que pudiendo ser semejantes trabajadores, se esfuerzan en no serlo siendo y estando capaces de poder vivir por sí mismos, a la altura de cada requerimiento cívico. Y esto sí, es lo imperdonable.

Esto y no otra discusión, nos colocaría ante una natural semejanza. Y aunque parezca paradójico, acabaría con lo que llamamos elementalmente desde lo social y político, “desigualdad”. Porque si hablamos de «semejanzas, también debemos hablar de diferencias».

Si estoy equivocado, habría otra explicación; “Acaso mi labor desde el periodismo me haya  convertido en algo donde, y a partir de estas situaciones, no soy yo mismo”.

Es de mucha mayor importancia para los gobiernos del mundo comenzar a valorar y conversar con los semejantes que trabajan, que con aquellos que no lo hacen, porque a la larga, los semejantes que no trabajan crearan ejércitos indomables, y los que trabajan huirán a donde sea, y entonces la tan mentada igualdad que no existe dominará a todos, incomprensiblemente para, como el propio autoritarismo, alimentarnos con una desigualdad inconmensurable, hasta que como desigualdad, no tenga materialmente cómo alimentar a nadie, ni siquiera a los Poderes que nos mandan.

Crédito imagen portada articulo.tv

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