“HAMBRE” TAMBIÉN ES UNA MALA PALABRA- Por Luis Tarullo-

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Malas palabras hay muchas y se pronuncian a diario. Generalmente son aquellos términos considerados soeces, no obstante lo cual algunos de ellos son reconocidos por la Real Academia Española y en estas épocas es habitual escucharlos de boca de periodistas, locutores, conductores, etc. 

Sin embargo, hay otras palabras que son tanto o más malas que aquellas y se las emite y escucha sin ningún recato ni pudor. En esa lista se podrían incluir “pobreza”, “miseria”, “indigencia”, “desempleo”, “hambre” y muchas más cuyo contenido y significado es peor que el de aquellas tradicionales “malas palabras”. 

Esos términos que definen la triste realidad, e incluso el destino, de millones de seres humanos están indisolublemente concatenados. Y lamentablemente están lejos de desaparecer del diccionario planetario. 

El hambre, la consecuencia inevitable de la seguidilla de aquellos males, es un drama que viene del origen de los tiempos y que no puede ser ignorado, aunque parece que voluntad y esfuerzo al respecto resultan poco eficaces. 

Y como en tantos aspectos de la vida, hay muchos a los que les sobran los alimentos pero a muchos más les faltan. 

Una “vuelta de rosca” que se le intenta encontrar desde hace tiempo a este flagelo consiste en una remediación que es posible, aunque es un combate arduo: la lucha contra la pérdida y el desperdicio de los alimentos. 

Habrá quienes interpondrán objeciones y preguntarán si esto es tomar el toro por las astas. Al estar de las cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) podría decirse que es una manera que puede arrojar buenos resultados. 

Según el último informe de la FAO sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” (SOFI), las personas afectadas por el hambre aumentaron a 828 millones en 2021, lo que implica un incremento de unos 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde 2019. Y se calcula que 3.100 millones de personas no tienen acceso a una dieta saludable. 

En cuanto al informe de la FAO “El estado mundial de la agricultura y la alimentación” de 2019, alrededor del 14 % de la producción alimentaria mundial (valuada en 400.000 millones de dólares anuales) sigue perdiéndose después de recolectarse y antes de llegar a los comercios. 

En tanto, el informe sobre el “Índice de desperdicio de alimentos” del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) indica que el 17% de los alimentos es desperdiciado en la venta al por menor y por los consumidores, especialmente en los hogares. 

Según estima la FAO, los alimentos que se pierden y desperdician podrían alimentar a 1.260 millones de personas hambrientas cada año. 

“La pérdida y el desperdicio de alimentos representan además entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, lo que contribuye a un clima inestable y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Estos cambios repercuten negativamente en el rendimiento de las cosechas, reducen potencialmente la calidad nutricional de los cultivos y provocan perturbaciones en la cadena de suministro”, dice la ONU. 

Con este marco se realizó el tercer “Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos” y hubo un “llamamiento a la acción” en un acto virtual mundial organizado en Roma por la FAO y el PNUMA. 

También se resaltó que “la prolongada pandemia de la enfermedad por coronavirus, los crecientes efectos de la crisis climática y la guerra en Ucrania han contribuido a deteriorar la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”. 

“Por tanto, dar prioridad a la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos es fundamental para la transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles que hagan más eficiente el uso de los recursos naturales, disminuyan su repercusión en el planeta y garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición”, se destacó. 

“Necesitamos medidas colectivas a fin de ampliar los esfuerzos para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos al tiempo que se limitan las emisiones de gases de efecto invernadero”, señaló el QU Dongyu, Director General de la FAO. “Sigamos trabajando juntos de forma eficiente, efectiva y coherente para aumentar la concienciación y poner fin a la pérdida y el desperdicio de alimentos. Por una población y un planeta sanos”, amplió. 

En ese marco, se fomenta el desarrollo y aplicación de estrategias, políticas y asociaciones nacionales para acelerar la acción para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. 

Las partes interesadas a todos los niveles tienen un papel clave, entre ellas la comunidad agrícola, los actores de la cadena de suministro alimentaria, el ámbito de la investigación y el académico, y “cada uno de nosotros como consumidores”, dijo QU. 

Por su parte, Inger Andersen, Directora Ejecutiva del PNUMA, dijo que “cada uno de nosotros desperdicia una media de 74 kilogramos de alimentos al año, tanto en los países de renta media como en los de renta alta”. Y abundó: “Reducir a la mitad el desperdicio de alimentos y recortar la pérdida es una parte importante de los esfuerzos para hacer frente a las urgentes crisis climática y alimentaria”. 

Se ejemplificó, con la premisa de que la comida nunca se desperdicia, con la aplicación de prácticas “circulares”. Ello es: los alimentos perdidos y desperdiciados pueden convertirse en compost o utilizarse para producir biogás, evitando así las dañinas emisiones de metano. 

En síntesis, se resalta que “la pérdida de alimentos, tal como indica la FAO en El estado mundial de la agricultura y la alimentación (2019), se produce desde las actividades posteriores a la cosecha hasta la fase de venta al por menor, pero sin incluirla”. 

“El desperdicio de alimentos, según indica el PNUMA en su informe sobre el Índice de desperdicio de alimentos, se produce en la venta al menor, en los servicios alimentarios y a nivel de los consumidores”, se añade. 

En cuanto al desperdicio de alimentos, se enumera: 

-“Los productos frescos que no se consideran óptimos, por su forma, su tamaño o su color, a menudo se eliminan de la cadena de suministro durante las operaciones de selección”. 

-“Los vendedores minoristas y los consumidores suelen desechar los alimentos cuya fecha de consumo preferente está cerca o ha pasado”. 

-“Con frecuencia, en las cocinas de los hogares y en los establecimientos de comidas, se dejan de utilizar y se desechan grandes cantidades de alimentos comestibles saludables”. 

En resumen, a priori puede parecer sencillo el abordaje del problema, pero sin duda los cambios deberán ser muy drásticos, especialmente en lo referido a la conciencia mundial, en la cual, ante las evidencias, también hay carencia de solidaridad, sensibilidad y justicia, por mencionar algunas “buenas palabras”. 

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Autor entrada: Consumer

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