EUGENIA CASTRO: EL AMOR SECRETO DE JUAN MANUEL DE ROSAS- Por Yayo Hourmilougue-

Hubo una mujer que durante más de diez años compartió su vida con Juan Manuel de Rosas. Los años de viudez de Rosas: Eugenia Castro. No figura entre los grandes amores que pasaron a la historia argentina: no hay retrato alguno de ella. Ni siquiera se sabe cómo era en realidad.

El comandante Juan Gregorio Castro, poco antes de su muerte nombró a Rosas tutor de sus dos hijos Eugenia y Vicente. Eugenia llegó a la casa de Rosas (actualmente Moreno y Bolívar) ya declarada la enfermedad de Encarnación, la esposa de Rosas, que fallece el 19 de octubre de 1838.

Hacia 1840 Rosas se va a ir trasladando paulatinamente al caserón de Palermo cuya construcción ya estaba en sus finales. Se muda con su familia, los empleados de su secretaría, sus edecanes y ordenanzas, peones y personal de servicio y con ellos, Eugenia Castro.

Eugenia tenía 14 o 15 años, morocha, bonita, grácil, Rosas, rubio y apuesto, de noble linaje, 45 años, viudo y con dos hijos mayores, Juan y Manuela, ya ejercía el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires

Eugenia llego a la casa de los Rosas, antes que falleciera Encarnación en 1838 a quien cuidó solícitamente, la muchacha estaba embarazada y ese mismo año nació su primera hija Mercedes, que llevó el apellido Costa ya que la concibió con Sotero Costa Arguibel , un sobrino de Encarnación Ezcurra (Mercedes no era hija de Rosas como algunas versiones indican)

Poco tiempo después de fallecida Encarnación, Eugenia empezó a relacionarse íntimamente con Rosas con quien tuvo varios hijos; la primera fue Ángela, la preferida de Rosas a la que llamaba “soldadito”. El censo de 1855 consigna la edad de Eugenia en 35 años y la de Angelita 14 años por lo que se deduce que Eugenia contaba entre 19 o 20 años cuando inició sus relaciones con Rosas.

Ese amor, se mantuvo oculto. Fue un secreto entre muchos, es decir, conocido por la familia, los servidores y el círculo íntimo del gobernador. Así como Encarnación había sido la única mujer en la vida de Rosas en los años en que se hizo rico y alcanzó la suma del poder, Eugenia fue la compañera secreta de los años en que Rosas disfrutó del poder.

Vinieron cinco hijos más, Nicanora, Emilio o Armilio, Justina, Joaquín y Adrián,  según censo de 1852. El 3 de febrero de 1852 en Caseros, Rosas  es derrocado y enseguida se embarca en el Conflict. Se estima que en ese primer mes del año podría haber nacido Adrián (aunque no está confirmado)

El Caserón de Palermo era un paraíso para los hijos naturales de Rosas. Estudiaban lo menos posible, se divertían con sus travesuras, y si se mostraban muy confianzudos, recibían castigos ligeros pero humillantes. Cada uno recibió un sobrenombre. Rosas bautizó “manduca” a Mercedes, porque la habían pillado “manducando” dulce a escondidas; Ángela era “el soldadito” porque se disfrazaba de militar para jugar con su padre; Emilio, “el coronel”, por las mismas razones; el apodo de Nicanora, “la gallega”, recordaba a los humildes inmigrantes hispanos de aquella época. “Lleven a esa gallega salvaje unitaria a que le den 500 azotes”, ordenaba Rosas, y la pena se cumplía, en un simulacro, realizado sobre unos “paraventos” o cartones, que dejaba a la niñita llorosa y calmada…

Con el derrocamiento, Rosas partió al exilio y Eugenia enseguida formó pareja con otro hombre con quien engendró dos hijos más. Ya en Southampton don Juan Manuel recibe cartas de Eugenia, el 4 de diciembre de 1852, el 13 de marzo de 1853, el 7 de marzo de 1853, el 7 de mayo de 1854 y el 6 de febrero de 1855, incluso cuando ya vivía con otro hombre. Rosas le contesta el 5 de junio de 1855. Se excusa por no haber escrito antes. Le notifica que en la escribanía conocida por Nepomuceno Terrero están las escrituras de la casa y el terreno que le corresponden. Le comenta sus apremios económicos, le reitera su llamado para que viaje a vivir con él en Inglaterra junto con “tus hijos”, “si cuando quise traerte conmigo, según te lo propuse con tanto interés en dos muy expresivas y tiernas cartas hubieras venido, no habrías sido tan desgraciada”.

Como se advierte, Rosas le ha escrito en varias oportunidades antes de 1855. Se agradece “el envío como obsequio de los escapularios de Nuestra Señora de las Mercedes que me enviaste”. Le pide que le mande el apero que quedó en la casa y después de algún otro comentario se despide: “Adiós querida Eugenia. Memorias a Juanita Sosa si es que aún sigue soltera. Te bendigo como a tus queridos hijos. Bendigo también a Antuca (Mercedes) y te deseo todo bien como tu afectísimo paisano. Juan Manuel de Rosas”. Como se aprecia en la despedida, bendice a sus hijos y aparte, separadamente, a Antuca, seudónimo de Mercedes, la primera hija de Eugenia, porque no es hija suya. Seguirá la correspondencia con Eugenia y Angelita, “La soldadito”, su preferida, con intercambio de presentes, pañuelitos, alguna que otra libranza por parte de Rosas. La última carta de Rosas está fechada en 1870. En su testamento redactado en 1862 que consta de 24 cláusulas; la 12, la 13, 14 y 15 están referidas a Eugenia haciendo alusión a su casa y un terreno, regalado por Rosas, que le corresponden y cuyas escrituras según el texto del testamento ya habrían sido entregadas por Nepomuceno Terrero. También se le adjudica una cierta cantidad de dinero cuando le sean devueltos a Rosas los bienes confiscados según la esperanzada cláusula Nº 12.

EL AMOR SECRETO DE JUAN MANUEL DE ROSAS. Por Horacio Molino

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