He sintetizado el audio, para hacerlo mas radial. Vamos con una nota de Darío Coronel para Infobae, que creo vale la pena compartir con todos Ustedes.
De ser el padre del mítico IES 3CV a perder todo y resurgir vendiendo medialunas: la historia de película de Eduardo Sal-Lari-
Eduardo Sal-Lari es un ingeniero que puso una fábrica de autos y consiguió convertir el 3CV de Citroën en un auto criollo, que sigue siendo un referente del automovilismo argentino que tuvo una categoría nacional y hoy sigue con los zonales. También creó el modelo Gringo y hasta un vehículo para usarse en la Guerra de Malvinas. Esa patriada de IES (Industrias Eduardo Sal-Lari) duró ocho años, ya que no le cumplieron un préstamo y tuvo que cerrar la planta. Infobae habló con el protagonista de esta gran historia que tiene su propio documental.
Sal-Lari tiene 81 años, vive en Salta y cuenta que “la pasión por los autos está desde que nací. A los 4 años me regalaron un mecano que era una caja que contenía todo tipo de componentes con los que podías armar grúas, vagones, puentes, vehículos. Me gustaba hacer autitos, camiones y algunos les puse dirección. A medida que iba creciendo les mis dije a mis padres que iba a ser ingeniero industrial”.
Su vínculo con Citroën viene desde muy chico, ya que su padre trabajó para la marca francesa. “En determinado momento tenía 17 años y mi papá era empleado de Automóviles Citroën. Un día llegaron al puerto los 2CV y el jefe de mi papá, como sabía que me gustaban los autos, le dijo que me avisara. El primer 2CV que llegó a la Argentina lo bajé yo. No soñaba con lo que después me tocó vivir”, recuerda.
“Me recibí de ingeniero, hice algunas locuras que no tuvieron que ver con los autos. Era asesor industrial y luego mi primer suegro tenía un campo en Orán y en otra localidad llamada Los Toldos. Pero hubo un año de desavenencias en el campo familiar y volví a hacer asesoría”, continúa.
“Luego fue titular Daher Boge, donde éramos proveedores exclusivos de amortiguadores de General Motors, entre otras fábricas. Hasta que un día decidí que iba a poner un taller mecánico de alta gama y apareció la gente de Citroën que me preguntó si me interesaba tener la distribución de los autos importados. Pero no quise ser uno más sino ser exclusivo, y coincidió que en ese momento el presidente de la empresa era el mismo que era el jefe de mi padre”, asegura sobre el gran paso que dio en su carrera.
El ingeniero fue por más y se le ocurrió argentinizar los autos franceses: “Fue a fines de 1981 que viajé a Francia y le dije a un amigo ‘si firmo esto, voy a terminar fabricando automóviles’. El 2 de febrero de 1982 conseguí ser importador, pero a los pocos días apareció un intermediario que me vendía todo el equipamiento para fabricar el motor y caja de velocidades del 3CV. Compramos las máquinas a un precio casi de regalo, como si fuese chatarra. Eso fue una premonición”.
“El 2 de abril comenzó la Guerra de Malvinas y se me acabó el negocio. Con esto la única alternativa era fabricar automóviles. Era algo muy difícil y debía tener la autorización del Gobierno Argentino… Les dije que si ellos me daban la licencia yo corría con los gastos. Entonces apareció la Armada para preguntarnos si podíamos venderle motores de 3CV para armar un vehículo para usarse Malvinas. Les puse la planta a disposición y el militar que vino me dijo ‘después usted nos va a pasar la factura’ y le respondí que ‘solo les voy cobrar los trabajos de la fábrica porque le tengo que pagar a la gente’. Vino un ingeniero de ellos y armamos el vehículo, pero se terminaron cuando la guerra finalizó”.
No obstante siguió con el objetivo de poder fabricar los autos a pesar de algunas trabas: “Fui a la Secretaría de Industria con la idea de fabricar el auto y les dije que iba a dar trabajo a mucha gente y el señor que me atendió dijo ‘personas como usted los quiero en la Secretaría de Industria’. Pero luego rechazó todos los pedidos que hice a la Secretaria. Esto se resolvió con una solicitada en los diarios llamada ‘El pecado de ser argentino’ y más tarde me recibió el Ministro de Economía, quien me dijo que tenía la capacidad suficiente, pero no la capacidad económica”.
“Entonces el 6 de enero de 1983 nos dieron autorización para fabricar automóviles y fue necesario un decreto presidencial para gozar de los beneficios de la ley de la industria automotriz para tener partes importadas. De todas formas el 3CV y el Gringo eran vehículos ciento por ciento nacionales. La fábrica se construyó con fondos propios sin ningún tipo de crédito. En mayo se colocó la piedra fundamental y en noviembre empezaron a salir los autos terminados”, explica.
El proyecto de Sal-Lari incluyó un beneficio único para sus obreros, que fue la posibilidad que tuvieran sus casas en un barrio cercano a la fábrica ubicada en Gowland, una localidad del oeste bonaerense. “Se llamó Barrio Obrero y era un plan donde la gente pagaba su casa con un descuento del 20 por ciento en el recibo de sueldo, con la condición de trabajar tres horas extras de lunes a viernes y seis los sábados. Solo se les cobraron los materiales y ellos mismos fabricaron sus viviendas de dos o tres dormitorios. No se les regaló nada, pero sí su dignidad”, describe.
Más allá de su grandeza, Sal-Lari es una persona muy humilde y de bajo perfil. Algo similar a lo que pasa con Oreste Berta, quien le dio una mano en su proyecto. “Berta mejoró el motor del 3CV y lo aumentó 625cm3 a 850 cm3 y refrigerado por agua y no por aire, una ventaja clave ya que si ibas a lugares de altura y con altas temperatura se podía gastar la vida útil de forma impresionante. Y logró pasar la potencia de 28 a 45 caballos”.
Los IES 3CV se convirtieron en el auto para la gente de bajos recursos, con una mecánica sencilla y muy económico en su mantenimiento. “Eran coches populares: baratos, fáciles de reparar, y en el barro andaban fantástico. Fueron los autos de una época”, define.
Esto promovió al modelo en el automovilismo nacional y tuvo su propia categoría llamada primero “Fórmula IES 3CV” que fue furor a mediados de los años ochenta y que era soporte del Turismo Carretera cuando corría en autódromos. El espectáculo que brindó era único por la paridad de los autos y competencias que muchas veces se definieron en los últimos metros.
Mientras tanto la fábrica siguió funcionando, pero a finales de la década todo se terminó: “Fui un ingenuo y no podés creer en los políticos. Cuando Carlos Menem estaba en campaña visitó la fábrica y me pidió una planta en La Rioja, en Chilecito y la pusimos con nuestros recursos. Para seguir sacamos un préstamo un crédito en conjunto del Banco Nación, Banco Provincia, la Caja de Ahorro y el Banco Ciudad, para capitalizarme y poder fabricar los autos para el plan de ahorro de la gente, ya con Menem de Presidente. En noviembre de 1989 me dieron el diez por ciento del préstamo, me hipotecaron todo lo que tenía, me prendaron toda la fábrica y 15 o 20 días más tarde no pude cobrar el resto del préstamo. Vino la inspección de la Justicia y me sacaron de la conducción de la fábrica. Supe que Menem, asociado con Franco Macri (por entonces a cargo de SEVEL), tuvieron la decisión de mandarme a la quiebra. En aquella época también se quebró mi vida porque yo quebré como ser humano”.
“Desde esa fecha hasta hace tres años nunca pude ganar lo que necesitaba para vivir. Trabajé en una fábrica de municiones y hasta vendí madera. Pero en 2018 me puse asesorar a una fábrica de medialunas y como no me gustaron cómo las hacían, quise hacer mis propias medialunas. Empecé a venderlas y las llevaba freezadas y tenía una bolsa donde podía llevar cinco docenas. Iba caminando y preguntaba por los comercios y por las casas. Acá fue clave mi actual mujer que tenía un restaurante en Buenos Aires con su familia y, como quebró en 2018, se sumó al emprendimiento y fabricamos las medialunas a medias”, cuenta con orgullo.
Argentina, país de poderoso, destruyendo Pymes y emprendimientos-
La nota de Darío Coronel continua, Eduardo Sal-Lari habla de sus anécdotas con Fangio, un Grande…. te dejamos el texto en nuestra Plataforma y el Link con todo el crédito.
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