Los últimos días de Urquiza- Yayo Hourmilougue.

Creo que muchas veces nos hemos preguntado, y nos hemos imaginado diferentes reacciones del Gral. Justo José de Urquiza, si realmente hubiera creído que vendrían a su casa a matarlo. Hoy transcribimos una carta de Simón de Santa Cruz al Dr. Julio Victorica,  que cuenta esos días previos y qué decía:

Foto de 1911, puede verse a la izquierda, la casa de Urquiza, y sobre la cuadra siguiente, el mirados y la casa de Simón Santa Cruz

“… fui a ver al Presidente y le dije: Señor: habiendo concluido todo cuanto me ordeno hacer el Señor Capitán General, voy a ocuparme durante unos cuantos días de mis asuntos particulares, a menos que V. E. no ordene otra cosa: antes de regresar vendré a tomar las ultimas ordenes de V. E.”

“Al día siguiente, temprano, me estaba yo levantando cuando entro buscándome el Señor Coronel, Edecán del Señor Presidente quien me dijo que venía por orden del Presidente a decirme que ordenaba que vaya a verlo esa mañana a su casa”. “Pocos momentos después me hallaba en presencia del Señor Presidente, a quien le dije: vengo Señor Presidente en cumplimiento de su mandato.

“Le he mandado a llamar, me dijo, para decirle que ayer después que Ud. se fue, se me presento el Señor Don Ramón Puig, suegro de López Jordán, para preguntarme en nombre de él, la actitud que tomaría el Gobierno Nacional si se  hiciese una revolución en Entre Ríos, empezando por el asesinato del Gral. Urquiza que es la única manera de poder llevar a efecto un cambio en aquella provincia. Mi primera intención, dijo, fue mandar a aprender y poner en una barra de grillos a tal comisionado, pero he pensado que lo más acertado (…) que Ud. regrese inmediatamente y lo ponga al corriente al Gral. Urquiza y le diga de mi parte que lo antes posible mande aprender y juzgar a López Jordán y a todos sus cómplices, que son los que les doy en esta lista, que me ha sido entregada por el comisionado de Jordán, y que no ande con paños calientes, proceda con actividad y sobre todo con energía”.

Me retire diciéndole al Señor Presidente que me iría en el primer vapor.

«Cuando volví a mi Hotel supe que habían estado a buscarme los Señores Ministros Vélez Sársfield y Gorostiaga. Inmediatamente después que almorcé me fui a sus despachos a saber lo que deseaban. Uno y otro me refirieron entonces lo mismo que me había dicho el Señor Presidente, con encargo especial de decírselo al Capitán General Urquiza. En el resto del día me ratificaron la misma versión los Señores Ministros de Hacienda y el Gral. Gainza, Ministro de Guerra (…) al cruzar por la plaza Victorica me encuentro con mi amigo Don Héctor Varela, quien me dijo que me había buscado muchas veces sin hallarme, para referirse precisamente a la misma versión ya citada. No le dije por cierto que ya la sabía ni porqué conductos. Le conteste únicamente: “mire amigo, el Gral. no da menor crédito a versiones de esta clase. No me escuchará, estoy seguro, así que pues le pido; escríbale cuatro palabras y refiérale los detalles que Ud. me encarga darle”.

Entramos entonces a la Dirección de la Tribuna, que estaba muy cerca, y allí le escribió la carta que le pedí y que decía:

“Mi querido General: Se trata de hacer una revolución en Entre Ríos que deberá empezar por su asesinato, encabezada por López Jordán a quien acompañan todos los cómplices que se hallan en la lista que entrego a mi amigo Coronel Santa Cruz, con esta carta y muchos detalles verbales que le ruego les de crédito; pido que proceda como corresponde. Su amigo  H. Varela.

“Me fui pues a San José por el primer vapor. En cuanto llegue (…) le entregue al Gral. Urquiza la carta de Varela y las listas que me dieron el Presidente y Varela.

“Era igual. Le referí todos los detalles que por orden del Presidente y Ministros le remitían, y me dijo: Ríase, en Entre Ríos no hay quien sea capaz de asesinarme, a lo que yo le conteste, no tiene Ud., Señor el derecho de mirar tan en poco su existencia, avisos como los que le traigo confirman plenamente los que ha recibido ya por otros conductos, no puede haber la menor duda, Ud. pertenece a la Patria y a su familia, en estos momentos más que nunca, y está no solo en el deber de cuidarse, sino de precaverse tomando las medidas que le indica el Señor Presidente que no puede ni debe despreciar, yo y todos los hombres que quieren no solo su felicidad, sino la de la Patria y de Entre Ríos en particular, le dirán lo mismo que el Presidente, los Ministros, y Varela”.

Me contesto: “le he dicho y repito, no tenga Ud. el menor cuidado, todo lo sé y estoy sin el menor cuidado”.

“Siento mucho Señor que no nos oiga. Dios quiera que no se arrepienta de oír los avisos de personas que no lo pueden engañar, y como he terminado ya con todo encargo, voy a retirarme para irme a mi Establecimiento de campo… He olvidado algo Señor, me dijo el Señor Presidente que vendría a pasar en San José el 3 de febrero, aniversario de Caseros.

“No quiero que se vaya: por el contrario dígale a Mayordomo que mande el carruaje a buscar a Juanita para que venga a pasar unos días conmigo, pues es justo que después de su viaje a Europa venga a acompañarme unos días”.

“Mientras me hallaba en San José acompañaba al Gral. todas las mañanas y todas las tardes en sus paseos a la Quinta y a caballo por el campo. Cuantas veces le dije entonces al ver que apenas nos seguía un asistente y bastante lejos de las casas, las  oportunidades que brindaba a los que pretendían asesinarlo. ¿Cómo podríamos rechazar a 20 o 30 forajidos que nos saliesen de improviso en medio de estos montes?

“Se dispararían y se volverían humo al primer grito que yo les diese”, me contesto. Comprendí entonces que nada haría para salvaguardarse.

“Después de algunos días, estaba con el Gral en la glorieta de la Quinta, comiendo higos y duraznos, y se presentó el Edecán de servicio, Comandante Pintos, y le dijo “Ahí está el Señor López Jordán, y dice que va de paso para su Estancia en Concordia y que quiere saludarlo. Hum, hizo el Gral., que estaba de muy buen humor. “Dígale que venga”.

General Ricardo López Jordán

“Cuando se presentó López Jordán, dijo al entrar: he venido Señor nada más que por saludarlo; el Gral. al mismo tiempo respondió, “Dios lo guarde, acércate y toma estos higos y duraznos que están muy buenos”. Se acercó Jordán a la mesa y empezó a comer. El Gral. se quedó callado, yo observaba. Al rato, me dice el Gral.;

“Cuéntale, esos versitos de Buenos Aires al Señor”.

“Lo mire con atención como preguntándole lo que quería decirme, y él dijo entonces, esos versitos del Presidente, de los Ministros, de Varela, no se olvide de nada, dígaselo todo”.

“Después de semejante orden, referí todo sin olvidar nada. López Jordán se puso pálido primero, y después respondió: “son Señor, esos Salvajes Unitarios que quieren alejar V. E. de  todos los hombres leales y ellos saben que le pertenecen, yo le juro que antes de permitir que tocasen un pelo a V. E. pasarían cien veces sobre mi cadáver”.

El Gral. Urquiza, le dijo entonces; “Demasiado sé que conspiras desde la Batalla de Pavón para llegar a ser el Gobernador de Entre Ríos, y lo habrías sido si hubieses sido más leal. Que sigues en esos manejos lo sé, pero no me da el menor cuidado y debo decirte que el día que levantes la bandera de rebelión, te mandare de regalo una batería y cuando corones una de esas cuchillas con tu ejército, saldré a tu encuentro solo con un asistente y a Ejercito, con mi sola presencia le pasara como a estos carozos (se refería a los carozos de durazno que estaban sobre la mesa y que empezó a tirar al suelo uno por uno).

“En cuanto a que me asesines, eso no lo creo, ni lo he creído nunca. Tú no puedes olvidarte que te salve la vida cuando Basualdo y Toledo, bien sabes que el Presidente Mitre mando a fusilarte, no puedes olvidar jamás que yo le salve la vida a tu padre y entonces pues, no puedes asesinarme”.

A propósito dijo, dándose vuelta hacia mí: “vaya a mi escritorio y dígale a Julio Victorica que le entregue la carta del Gral. Rosas, cuando me concede la vida del padre del Señor, y que le encargué hace días me la tuviese a mano”.

Coronel Simón de Santa Cruz

“Salí como un relámpago, no sin gran repugnancia de dejar solo al Capitán General, quien me dijo: “Leela”. Lo hice.

Urquiza tomo después la carta, la doblo entregándosela a López Jordán y le dijo: “guárdala. Esto debe quedar en tu poder”.

Nos retiramos enseguida para ir a comer. López Jordán siguió en San José.

“Dos días después cuando salimos temprano a dar nuestro paseo a caballo me dijo el Gral., ¿no sabe Ud., a que ha venido López Jordán?”

“No lo sé Señor, conteste, pero creo a nada bueno”.

“Esta Ud., equivocado, me dijo, viene a pedirme algunos pesos para salvar su casa en el Paraná, la casa de sus hijitos, pues la tiene hipotecada”.

“Supongo que no se los dará Ud. Señor”, le dije.

“Esta Ud. equivocado, no solo se los voy a dar sino que Ud., me los va a facilitar para que yo se los de”

“Siento muchísimo Señor, no tengo plata en este momento”.

“No es cierto, me dijo, pues Ud. mismo  me ha dicho que en su viaje a Buenos Aires deposito en el Bco. de Londres Dos mil Onzas que le entrego Don Laurencena a cuenta de los novillos que le ha comprado este año”.

“Es cierto Señor, pero lo he gastado todo”.

“Tampoco es cierto, me dijo, me ha asegurado hace dos o tres días que tenía aún más, Ud., no le da su dinero, me lo presta a mí, que yo se lo pagaré”.

“Señor, es cierto cuando dice, pero para López Jordán no le doy nada. Sería un cargo de conciencia para toda mi vida, le ruego Señor, no insista”.

Fue inútil toda mi resistencia, tuve que darle el chek del Banco de Londres por ocho mil fuertes, que descontaron en el Uruguay, en el Banco Entrerriano.

El Señor presidente Sarmiento cumplió su anuncio hecho por mi conducto de ir a acompañar al vencedor de Caseros en el aniversario de esa inmortal batalla.

“Por orden del Gral. Urquiza hizo preparar a mi Señora su casa, para recibir al Señor Presidente, a quien tuve el honor de tenerlo de huésped, al mismo tiempo que al Capitán General, al Ministro de Francia y a Héctor Varela. Los demás acompañantes del Presidente fueron alojados en otras partes”.

“Mi casa estaba situada en la Plaza Principal. Después de los fuegos artificiales de la noche, y de los recibidos y cumplidos de estilo en esos casos, se fueron todos y quedaron solos el Presidente, el Gral. Urquiza y yo. Entonces le dijo el Presidente al Gral.;

“¿ha cumplido el Coronel con el mensaje que para Ud., le di, haciéndole las recomendaciones que creí oportunas?, le pregunto, porque veo que nada ha hecho V. E.”

“Si Señor Presidente, dijo el Gral., el Coronel me ha informado de todo y de la lista que V. E. le dio. Nada he hecho efectivamente porque he creído que nada debía hacer: puede V. E. estar seguro de que en Entre Ríos, no se moverá ni una paja”.

El Presidente contestó:

 “Quiera el Cielo que no se equivoque. Temo mucho lo contrario. No se descuide ya que nada quiere hacer”.

Después de esto se retiraron a sus aposentos.

El general Justo José de Urquiza fue asesinado en el Palacio San José, Entre Ríos, mientras se desempeñaba como gobernador de esa provincia, poco tiempo después, el 11 de abril de 1870.

Edición: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Articulo Diario La Capital, de Rosario, fecha: 14 de noviembre de 1954.

Fuente: Concepción, historia y turismo.

https://concepcionhistoriayturismo.com/author/carlosratto/page/5/

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