«Charles Darwin: Un comentario sobre la Argentina de 1833»- Yayo Hourmilougue.

Adaptación Radial-

Fragmentos del diario de viajes de Darwin

Extractos de una nota publicada en CIENCIA HOY, Volumen 6 – Nro 31. Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy.

«Durante los últimos seis meses, he tenido la oportunidad de apreciar en algo la manera de ser de los habitantes de estas provincias (del Plata). Los gauchos u hombres de campo son muy superiores a los que residen en las ciudades. El gaucho es invariablemente muy servicial, cortés y hospitalario. No me he encontrado con un solo ejemplo de falta de cortesía u hospitalidad. Es modesto, se respeta y respeta al país, pero es también un personaje con energía y audacia.

La policía y la justicia son completamente ineficientes. Si un hombre comete un asesinato y debe ser aprehendido, quizá pueda ser encarcelado o incluso fusilado; pero si es rico y tiene amigos en los cuales confiar, nada pasará. Es curioso constatar que las personas más respetables invariablemente ayudan a escapar a un asesino. Parecen creer que el individuo cometió un delito que afecta al gobierno y no a la sociedad. (Un viajero no tiene otra protección que sus armas, y es el hábito constante de llevarlas lo que principalmente impide que haya más robos).

Las clases más altas y educadas que viven en las ciudades cometen muchos otros crímenes pero carecen de las virtudes del carácter del gaucho. Se trata de personas sensuales y disolutas que se mofan de toda religión y practican las corrupciones más groseras; su falta de principios es completa.

Teniendo la oportunidad, no defraudar a un amigo es considerado un acto de debilidad; decir la verdad en circunstancias en que convendría haber mentido sería una infantil simpleza. El concepto de honor no se comprende; ni este, ni sentimientos generosos, resabios de caballerosidad, lograron sobrevivir el largo pasaje del Atlántico. Si hubiese leído estas opiniones hace un año, me hubiese acusado de intolerancia: ahora no lo hago. Todo el que tiene una buena oportunidad de juzgar piensa lo mismo. En la sala de Buenos Aires no creo que haya seis hombre cuya honestidad y principios pudiesen ser de confiar.

Todo funcionario público es sobornable; el jefe de correos vende moneda falsificada: el gobernador y el primer ministro saquean abiertamente las arcas públicas. No se puede esperar justicia si hay oro de por medio. Conozco un hombre (tenía buenas razones para hacerlo) que se presentó al juez y dijo: «Le doy doscientos pesos si arresta a tal persona ilegalmente; mi abogado me aconsejó dar este paso». El juez sonrió con asentimiento y agradeció; antes de la noche, el hombre estaba preso. Con esta extrema carencia de principios entre los dirigentes, y con el país plagado de funcionarios violentos y mal pagos, tienen, sin embargo, la esperanza de que el gobierno democrático perdure. En mi opinión, antes de muchos años temblarán ante la mano férrea de algún dictador. Como deseo el bien del país, espero que ese período no tarde en llegar.

La primera impresión que produce la gente común se caracteriza por dos o tres cosas llamativas: el excelente gusto de todas las mujeres para vestirse; los buenos modales de todas las clases, y principalmente la notable igualdad entre estas. En el Río Colorado, los mas pequeños tenderos solían sentarse a comer con el general Rosas. El hijo de un mayor en Bahía Blanca, se ganaba la vida haciendo cigarros; quería venir conmigo como baquiano a Buenos Aires pero su padre tenía miedo.

Muchos en el ejército no pueden leer ni escribir y, sin embargo, todos se tratan como iguales. En Entre Ríos la Sala tiene seis miembros; uno era despachante de tienda y no se lo considera disminuído por tal empleo. Todo lo anterior puede esperarse en un país nuevo, pero la inexistencia de caballeros propiamente dichos me resulta novedosa.»

(29 de Noviembre a 4 de Diciembre de 1833)

Adrian Rodriguez Yemha

Administrador

Archivo Historiográfico de la República Argentina, 1860-1930

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Autor entrada: Consumer

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