OTRA PASCUA CON RECLAMOS-Por Luis Tarullo.

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La Iglesia católica sigue intensificando sus demandas ante la situación socio-económica del país a través de sus máximos referentes. La Semana Santa es históricamente una fecha especial para que los prelados hagan oír sus voces, no solo en materia religiosa, sino también en lo referente a cuestiones políticas. Y en la Argentina hay siempre terreno fértil para esas manifestaciones.

Uno de los que hizo punta en este sentido fue el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel «Tucho» Fernández, exrector de la Universidad Católica Argentina (UCA), quien advirtió que tras la pandemia de coronavirus «en los barrios comienza a verse un nuevo drama, o una nueva acentuación de los problemas de siempre».

Al respecto alertó que «el costo de la vida ha aumentado mucho y, como bien sabemos, la pandemia ha dejado un mundo mucho más desigual que antes, y eso se nota y se notará más aun cuando los ajustes tarifarios y el aumento del gas se vuelvan más pesados para los bolsillos».

Fernández dio una entrevista al diario Hoy de La Plata, en la cual objetó la extensión de la virtualidad para chicos y padres: «Una virtualidad tan larga era ya muy nociva para los chicos, para su desarrollo y maduración. También era una carga pesada para los padres, especialmente para los más pobres y desprovistos». Y consideró que el retorno a la presencialidad en las escuelas «es un alivio para las familias», aunque ahí fue cuando alertó sobre el agravamiento de la situación económica de la gente de los barrios, sobre todo los más carentes.

Destacó además que la Iglesia contribuye a «ayudar a que las energías se pongan en resolver los problemas del pueblo y en aportar al bien común más que en las guerras mediáticas y marketineras para ver quién capta mejor el aplauso de la sociedad, lo cual sería desgastar el tiempo y las fuerzas en juegos inútiles». Palo para ciertos medios y comunicadores y también para la grey dirigencial.

«En general en el mundo todas las sociedades tienen una guerra interna, la grieta no es una originalidad de la Argentina. En todas partes están partidos en dos, porque también los intereses internacionales han encontrado en esa polarización un modo de ganar adeptos. Si hablamos de la guerra en Ucrania, es verdad que cada ser humano que muere o sufre en la guerra es una tragedia, es un atentado a la dignidad de la vida humana. También lo han sido las guerras que llevaron adelante los Estados Unidos, que en esta guerra de Ucrania se juegan una partida ideológica», amplió Fernández.

Pero no se quedó en la conflagración que hoy tiene como protagonistas a Rusia y Ucrania y se trasladó a otros continentes. Advirtió que «estamos ignorando que hubo y hay otras situaciones igualmente trágicas en el mundo, especialmente en Asia y África, y con la gravedad de estar relacionadas con cuestiones étnicas, con formas de racismo. Ojalá que esta sensibilidad que se ha despertado por la guerra en Ucrania (es decir, en Europa) la tengamos también cuando los que sufren son de piel oscura, pobres y de países más periféricos».

Otro de los religiosos que habló con motivo de la Pascua, pero abundó en el caso social -y nuevamente en pocos días- fue el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones, quien esta vez especialmente abordó la guerra: «Necesitamos la paz en la tierra también en estos tiempos de guerra y conflicto en el mundo; 17 focos de guerra en el mundo, casi 10 en África, millones de desplazados, niños abandonados, gente que muere sin agua. Son hermanos nuestros también, aunque estén lejos».  

«La humanidad sufre el cuerpo de Cristo, sufre tantos heridos, desgarrados, desmembrados por la barbarie del hombre, por eso necesitamos rezar por la paz, pidiéndole a nuestra madre que es Madre y Reina de la Paz, que ruegue al príncipe de la paz, su hijo, que alcance la paz a los pueblos», aseveró.

Entre tantos otros, se pronunció también el obispo auxiliar de Mendoza, monseñor Marcelo Fabián Mazzitelli, quien al presidir la misa del Domingo de Ramos, y alabando a Dios, preguntó si «estamos dispuestos a jugarnos la vida por Él, a dar la vida para que otros tengan vida, a cuidar la vida en todos los estamentos de su desarrollo, a abrazar con compromiso los dolores y sufrimientos del mundo haciéndolos nuestros, a comprometernos con una verdadera conversión, a dar la vida por la comunión y la fraternidad en nuestra comunidad eclesial».

Acto seguido también interrogó: «¿Estamos dispuestos a hacernos ese buen samaritano que se inclina a los que están en los costados de los caminos, que escuchan los gritos callados de los que son invisibilizados, rompemos la indiferencia ante tanto dolor, especialmente de los más pobres?». 

Una coincidencia, nada casual, con la permanente prédica del papa Francisco en favor de los desposeídos y especialmente de los que el Pontífice califica como “descartados”. Aquellos que son más que parias sociales. 

Monseñor Mazzitelli lanzó otra pregunta: «¿Dónde está la belleza en un rostro desfigurado, en un cuerpo torturado y lacerado; dónde está la belleza en la soledad y en el silencio. ¿Dónde está la belleza en el sufrimiento?».

Todos parecen interrogantes retóricos. Pero seguidamente ensayó una respuesta contundente: «Cuánto nos hace falta de esta fraternidad en nuestro tiempo, en nuestra nación, en nuestro pueblo tan herido, fragmentado y enfrentado».

Una Pascua -otra más- con reclamos renovados, aunque sean los mismos de siempre.

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