La Otra Orilla- Argentina- Enero de 2024- Yayo Hourmilougue-

Evangelina echa un poco aceite en la sartén y coloca la comida que quedó de ayer domingo, cuando vinieron sus dos hijos y nietos cargados con lo que pudieron para almorzar. Intentó su bien ponderada salsa. No fue perfecta, faltó algo de pimienta y laurel.

Cuando quedó sola con Manuel a la tardecita, él preguntó por sus pastillas. La hipertensión no perdona.  El corazón tampoco. Las piernas se hinchan y es como si faltara algo de las rodillas para abajo a los 76.

“Todavía tenemos”, dijo ella –“fui a la farmacia el viernes y traje lo del mes, ahora, el mes que viene no sé, y a los chicos no pienso pedirles, ya pagaron cada servicio, y sé que el Monchito anda sin trabajo y Pablo tiene la escuela de los chicos”.

Ella encendió el televisor. Una iluminada periodista de una barra de periodistas de un iluminado medio, explicaba que los perros del presidente ya estaban en Olivos, y a los pocos segundos un twitter del mismísimo presidente negaba esa fuente a la misma periodista iluminada del iluminado medio, cuando el mandatario condenaba enojado y vibrante la falta de veracidad en la información. Todo en un mismo Medio, y en una misma barra de periodistas.

Ese periodismo daba por hecho que a gente como Evangelina y Manuel, esa información podía importarles. Según una vaga fuente, un Medio que había visto la luz con la ayuda de un ex presidente fracasado y un albacea corrupto gordito y pelado que ahora diputado, siempre había caído parado después de dejar el tendal.  

“Es que por ahí piensan en la misma sintonía el Medio y el exmandatario y es solo eso… ¡En Davos acaba de dejarnos más o menos bien, quien no querría un presidente así!”, había comentado esa misma tarde Manuel, a quien peleador de vida, lo que le quedaba era casi gratis y ya no le importaba tanto, porque tampoco le pertenecía todo lo que le habían robado uno a uno los gobiernos pasados; “si esto fuera Holanda…” repetía, jubilado autónomo y preparado profesionalmente como pocos. La vieja Caja de Industria y Comercio lo engañó, y de la AFJP de aquella entidad financiera  que empezaba con Z, y que ya no existía, ahora percibía 15 mil pesos por mes.  Menos mal, que cuando pudo puso “unos pocos verdes” en diferentes fondos de inversión, y con un miedo bárbaro. Y ahora, se seguía emitiendo y se regulaba tasa de interés y tipo de cambio, y eso de ganancias… ¿entonces?

 “¿Que vamos a hacer?” –Interrumpió sus pensamientos, Evangelina- “Porque este muchacho quiere cambiar todo pero las jubilaciones quedaron ahí, es como que estamos peor que antes y del congreso no podes esperar nada…dicen que para abril y aunque lo hicieran ¿y lo que perdimos hasta ahora cuando lo recuperamos?”.

Manuel intentó una benigna explicación; “Estaría bien lo que se está haciendo si es que no están robando y acomodándose entre amigos, es llamativo que quien nos endeudó en el gobierno del 2015 festeje junto a algunos canales de TV un nuevo crédito del Fondo”, explicó serenamente, “en tal caso, agregó, también meten duda algunos nombramientos que al país flaco favor han hecho ¿no?, sacar y poner gente, es improvisación…”

Trataba de expresarse en voz calma mientras seguía mirando la pantalla – “Moriremos en poco… ¿Por qué castigarnos, cuando a los amigos de siempre de cada gobierno, les sobra tanto? ¡Acá los que se fueron y los que llegaron están como nunca!-

Dejaron el living y fueron a la pieza. Quedaron juntos, acostados, mirando el viejo cuadro, con el libro de cada uno pendiente de lectura sobre las mesas de luz.

El cuadro era una réplica de la historia de Jesús y sus discípulos realizada por Rembrandt, en una peligrosa secuencia, metidos en una barca en el mar en medio de una tormenta. En los últimos meses Manuel se dormía, mirándolo.

“¿Por qué invocar al cielo? En esta Argentina, se repitió, y en estos meses, han subido a la barca solo quienes pueden comprarla nuevamente en caso que llegue a la otra orilla y también esos que pudieron comprar los víveres como privilegiados tripulantes. Quedaron atrás, todos los que construyeron la barca y quienes sudaron el mazapán para el viaje y cada carne disecada, y dejaron también a quienes invirtieron sus aportes de toda la vida para costear este arriesgado viaje creyendo en bancos en los que ya no podrá volverse a creer. Quienes robaron y son enemigos de este barquero que ahora tripula, inexplicablemente pueden hacer sus propias naves sin pedir nada a nadie, ya que nada ha sucedido con ellos ¿Son adversarios? Esos privilegios no se han quebrado. Si fuera para todos sería justo y el sacrificio valdría la pena, pero sigue siendo para los que menos tienen, y sobrarán barcazas para esos nuevos y pocos tripulantes, muchos de ellos, ya bastantes viajados, empeñados en simularnos que nada han tenido que ver con todo lo que sí tiene que ver… siempre fueron dueños de todas las flotas, les queda ésta…”

-Estas murmurando… ¿qué murmuras?- Preguntó ella.

-… La vamos a pasar mal- dijo Manuel, como escapándosele la frase.

-¿Qué?- Preguntó ella.

-“Nada, apaga la luz que no sé cómo vamos a  pagarla en dos meses, y ya no creo que volvamos usar el viejo auto, mañana te muestro lo que llegó de seguro, y vuelve a aumentar la nafta, Vieja, la mínima en jubilación es nuestro patíbulo, le voy a decir a Moncho que venda el  auto.”-

NdA:  

Desde enero de 2024, la mayoría de los artículos del DNU enviados al Congreso Nacional, son de una gran controversia aunque necesarios de tratamiento. Algunos son ineludibles para bajar el gasto, otros se introducen equívocamente en temas que solucionamos durante décadas como la tierra, los árboles y el agua como patrimonios innegociablemente nacionales, lo mismo que algunas empresas que no deben privatizarse. Los amigos en diferentes cargos son indisimulables.

Sin embargo, si el efecto colateral es de sufrimiento humano para millones, puede haber una  buena iniciativa política, aunque una ejecución equivocada y hasta humanamente siniestra. Nada que haga sufrir a la mujer y al hombre que ya trabajaron y aportaron 30 años, a los que les queda menos años de vida, puede ser justo. Ninguna iniciativa política que se jacte de buena, desatiende lo humano hasta su destrucción por breve que sea ese insoportable pasaje. Un humano que construyó y aportó, no puede valer menos que un perro, aunque cierto periodismo no lo entienda, y hasta la fecha, el Congreso Nacional tampoco.

Autor entrada: Consumer

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *