Hablar sobre un amigo que acaba de morir, resulta difícil porque los recuerdos se desprolijan. Se entremezclan entre lo real y las predecibles deformaciones de esa supuesta realidad.
Hoy frente a la muerte de Hugo Arana, de quien nadie duda de su talento y de su profesionalismo como actor, me quería referir a lo otro, a su actitud frente a la vida, un tipo noble, coherente, simple, accesible, y jamás sus éxitos laborales modificaron su actitud frente a los demás. Por supuesto que se encabronaba ante lo que él consideraba injusto.
Nos conocimos en la década del 60 trabajando juntos en el Teatro Argentino, desaparecido, creo que en la calle Bartolomé Mitre. En un espectáculo infantil, “Batman contra todos”.
Interpretábamos a los malos, él era el Arlequín y yo, el sanguinario “Profesor Incognito”. Estaba Jorge Villalba, que componía al musculoso Batman, Marzenka Novak, que luego sería su querida esposa. Nos divertíamos mucho y por ende, creo que eso se transmitía a la platea.
Esto ocurrió antes, de la recordada publicidad de los escarpines con la que logro su merecida popularidad.
Nos cruzamos en varias oportunidades y en esos encuentros resurgía el mismo afecto como si el tiempo no lo hubiera modificado.
Nos vimos por última vez este año, en una nota que le realice en mi Programa de Radio Zónica. Era un día caluroso, él llego traspirado y con fingida seriedad me dijo, “Tené presente que esto lo hago por Vos…”. Luego, bueno, pasó lo que pasó, y hoy me encuentro hablando de Él, de Hugo Arana…
Revolviendo involuntarios y desprolijos recuerdos….
Foto Crédito Portada, El Mundo.
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