ROSARIO, TAN CERCA, TAN LEJOS-Por Luis Tarullo.

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Municipio Pilar

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En la época en que Al Capone se erigía como ícono del gangsterismo en Estados Unidos, la Rosario de Santa Fe se «ganó» el mote de «La Chicago Argentina», con la irrupción de mafiosos que se adueñaron de la ciudad y manejaron el delito a su antojo.

Los «capos» de esa era, hace casi un siglo, fueron Juan Galiffi -«Chicho Grande»- y Francisco Morrone -«Chicho Chico»-, quienes encima eran rivales.

La Rosario actual podría bien denominarse nuevamente de esa manera, si se observa el auge y crecimiento de la criminalidad, en este caso empeorado de la mano del narcotráfico y particularmente de una banda descontrolada, impune y con tentáculos aceitados con desembozados vínculos con algunos sectores del poder, como es la de «Los Monos».

Los números de la barbarie son escalofriantes: en lo que va del año, casi un asesinato cada un día y medio. Crímenes de todo pelaje y color, la mayoría por cuestiones relacionadas con el tráfico de drogas. Y no solo eso: desde la mismísima cárcel los cabecillas de «Los Monos», que dieron cuenta de gavillas enemigas, siguen manejando los hilos, promoviendo atentados, vendettas y lanzando intimidaciones.

Si no se tuvieran en cuenta los años transcurridos, el nuevo siglo, los supuestos avances de la humanidad y un montón de etcéteras, no hay diferencias con los tiempos de Capone. Peor aún: un panorama sin dudas agravado por ventajas tales como la tecnología que juegan también en favor de la delincuencia, con la sofisticación de las armas y las comunicaciones y la globalización de la corrupción.

Los gobiernos de cualquier signo político vienen fracasando uno tras otro en sus intentos por al menos ponerle un mínimo freno a esta situación que se expande como manchas de petróleo en el agua. Los poderes apelan a lo más fácil que tienen a mano, que es enviar más y más efectivos de seguridad, cuando el problema es como esos incendios forestales a los que no se puede apagar con baldes de agua.

El drama ya no pasa solo por los delincuentes sino por un caldo de cultivo anidado en una sociedad con sus bordes absolutamente debilitados en aristas tales como educación, alimentación y trabajo, entre otros aspectos fundamentales que hacen a la cohesión y desarrollo de las comunidades.

En ese marco, la Iglesia católica, que sin dudas tiene sus propios nichos sobre los que autocriticarse y reformarse pero que indudablemente también cumple históricamente un rol social vital, especialmente en los sectores más carenciados, está avanzando desde varios frentes para alertar y contribuir a morigerar este flagelo con un lenguaje cada vez más endurecido.

Así, los curas organizaron recientemente una marcha y el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín, advirtió que el consumo de drogas «no es inocuo, no es gratis» porque «está sustentado en la sangre derramada».

La marcha multitudinaria por la paz y la justicia estuvo encabezada por la imagen de Nuestra Señora del Rosario, se llevó a cabo desde la Plaza López hasta el Monumento a la Bandera y fue organizada por la Pastoral de Barrios Populares y la Pastoral de Drogadependencia.

Monseñor Martín reclamó «tomar conciencia de que debe haber un cambio cultural», lamentó que los rosarinos sean «testigos de la violencia, del narcotráfico y del consumo que mata» y aseveró que «ese consumo está sustentado sobre la sangre derramada. Queremos hacer visible el problema y tomar conciencia».

En tanto, el Consejo Arquidiocesano de Rosario de la Acción Católica Argentina emitió un comunicado en el que exhortó a construir comunidades no violentas.

«Asistimos a una ola de violencia que recrudece con el tiempo. Cada día se producen muertes violentas, robos, arrebatos y otros hechos delictivos enlutando a muchas personas», creando así un «clima de terror y de inseguridad que aflige a la población y que es contrario a la voluntad de Dios. Él quiere que todos sus hijos e hijas vivan su existencia en un clima seguro, de serenidad y de armonía», afirmó en palabras del Papa.

Por eso, dijo, como escribe Francisco, «ante la violencia, la injusticia y la opresión, la Iglesia no puede encerrarse en sí misma o esconderse en la seguridad de su propio recinto. La Iglesia, cada uno de nosotros, está llamado a ser luz en su propio lugar, sembrando paz, denunciando, escuchando el grito de dolor de tantos ciudadanos».

Y planteó: «¿Qué connivencia social, política, judicial, de las fuerzas de seguridad nos ha llevado hasta aquí? ¿Qué políticas públicas decididas y valientes se están aplicando para remediar este flagelo? ¿Por qué nos está ganando la droga, con su correlato que es el narcotráfico, con su contenido de dinero negro, de poderosas armas de fuego, ostentación, lujo, violencia y muerte?”.

Indudablemente este punto tiene una profunda categoría política, un intenso llamado de atención al usar la palabra «connivencia». Decir «complicidad» es prácticamente lo mismo. Y como si fuera poco, el documento, sin temor a redundancias, hace hincapié en las consecuencias y los «beneficios» que ostentan algunos a partir de esa sospechada entente.

Y finalmente, citando al Papa, se pide a Dios que «convierta el corazón de los responsables de tanta muerte y desolación y que inspire a los encargados del bien común a comprometerse en la erradicación del crimen y de la impunidad así como en la generación de espacios de trabajo digno y útil, especialmente para los jóvenes de esta tierra, que les permita salir de condiciones de pobreza y de marginación, proyectarse hacia el futuro y no ceder a la tentación de adecuarse al circuito del narcotráfico y de la violencia».

«Comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común llevando la Buena Noticia de Jesús a todos nuestros ambientes», son las últimas palabras del duro pronunciamiento.

Fito Páez dijo que «Rosario siempre estuvo cerca». Pero ahora parece más cerca del infierno y cada vez más lejos del Paraíso en el que estuvo alguna vez.

Crédito Imagen Portada Radio Cantilo.

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Autor entrada: Consumer

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