“Después veremos”- Yayo Hourmilougue.

Cada anuncio implica el compromiso de todos. Alguno de esos anuncios, eran esperados, hace años, claro.

Bonos, devolución de IVA, ganancias, jubilaciones (aun paupérrimas), trabajadores informales, no todos los sectores han sido alcanzados por algunos beneficios, son heterogéneos, eso sí, ningún contribuyente cumplidor queda afuera como tal.

Es el momento para que más de un sector se acerque al candidato y funcionario. El objetivo es Octubre, el hombre de la lapicera no se ruboriza, no impedirá con negativas nada a quien se arrime a pedir. Es el momento de lo impensado. Un Tesoro de fondo de olla.

Sin rubor y con la plata de todos, el hombre sabe que es ahora o quizá nunca.

Estamos ante un probable deseo emocional, casi enfermizo por el poder. Ser inescrupuloso con el destino de un país en tanto debería asomar la responsabilidad de funciones, es cuanto menos un “trastorno asocial”, lo que representa cierta ausencia de escrúpulos o de manipulación experta, asociado a un trastorno narcisista, la desesperación de llegar al centro de ese poder sin que importen los medios, los medios que son de todos. Maquiavelo no lo imaginó mejor.

Ni Massa mismo en caso de ganar, sabe hoy como y con qué continuará en noviembre o diciembre. Este mismo plan de gasto desenfrenado y  expansivo, no podría ser financiado por el tesoro ante la llegada de aquellos meses. A no ser con el juego de algunos bonos, y con una nueva devaluación posterior a octubre, no antes, seguro. De allí quienes son sabedores, demuestran la necesidad de tener algún dólar antes de esa fecha, es lo que está sucediendo con quienes mínimamente conocen el tema; mercado, finanzas, nichos.

Es el todo vale, con lo de todos.

Resulta además, poco competitivo que un candidato, también en funciones, financie su personalismo en la desesperada carrera a la presidencia con el erario público, o lo que va quedando  de ello.

¿Esto en verdad vale para que quienes se vean beneficiados hoy, y que imaginativamente califiquen con su voto favoreciéndolo en octubre, creyendo que si el candidato pudo con este sorpaso hora, podría  con mejoras superiores de ser presidente? ¿Valdría más eso que lo vivido, padecido hasta hoy? ¿Habrá gratitud en el voto, en un voto de 40,1% de pobreza?

No hay tantas certezas acerca de ello. El voto argentino es de suyo, inesperado, sorpresivo, cambiante, rencoroso, y los hay con bronca.

Sabemos que si estábamos mal, avanzamos a situaciones más agravadas. Para el poder actual, la gente tiene que contar con dinero en su bolsillo tras la última devaluación que ya el alza de precios dejó atrás y, ante una inflación galopante de los últimos años a como dé lugar, sin que interese demasiado el hecho razonable qué, si no importó antes, importa demasiado ahora, porque se vota, se elige. Ahora sí. Ese tren no puede perderse. 

Y queda poco tiempo para llegar a esa meta, al viernes o sábado previo a las elecciones.

El festival de bonos, anuncios, fechas especulativas de que «entra esto y sale aquello», es la cuenta final que alcanza dudosamente mediados de 2024. En lo circular del candidato, ante la consulta, la respuesta es memorable; “No sé, mirá, no sé, una vez en la presidencia, después veremos”.

Preocupa el peronismo que fue, el que está, el que llega con o sin poder. Preocupa que no preocupe, cada argentino seriamente.

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Autor entrada: Consumer

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